Tres meses encerrada en casa, sin contacto con los tuyos o con los de siempre, con miedo al qué pasará, cómo te afectará y cómo salir de esta indemne.

Sentías que te habían quitado la libertad y la posibilidad de decidir, te sentías controlada hasta para ir a comprar al súper para no quedarte sin papel higiénico y conseguir mucha harina para hacer todo el pan y bizcocho que nunca antes habías hecho, ni habías pensado nunca antes hacer.

Te faltaba el aire entre esas cuatro paredes aun aireando las habitaciones durante todo el día. Hubo un momento en que dejaste de hacer todo el deporte que te habías propuesto, de leer los libros pendientes y de hacer los retos a los que te etiquetaban tus amigos y familiares. 

Empezaste muy fuerte y ahora te sientes cansada, agotada, quemada y sin energía, pero, aun así, sigues caminado en modo automático y sin darte la oportunidad de tomar conciencia de que todo ha cambiado, de que tú has cambiado.

El COVID19 llegó para quedarse y nos tenemos que adaptar a esa “nueva normalidad” de la que tanto se habla: mascarillas + distanciamiento social.

¿Y ahora qué?

Ahora toca retomar viejas costumbres que te lleven, te recuerden momentos placenteros y conectes con ellos. Además, toca crear nuevos momentos placenteros y tú tienes el ingrediente principal: A TI MISMA.

¿Si te digo que, con solo abrir los ojos, la mente y el corazón eres capaz de crear tus propios momentos de saboreo me creerás?

Tengo la certeza y convicción que, si fueras capaz de ir un poco más despacio, de apreciar las cosas más simples, los pequeños detalles de tu día a día, básicamente estar presente y apreciarlo, te sentirías mucho mejor.

Y si, también sé que tu cerebro siempre está pendiente de las posibles amenazas y riesgos, de que es muy vago y que le gusta más “lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Y es por eso que depende de ti focalizar la atención en el aquí y ahora y aprender a apreciar y disfrutar un poco más la vida (la vida, esa vida, tu vida, así en general, de sus pequeños momentos placenteros).

El arte de saborear la vida no solo es ser capaz de generar instantes de bienestar para integrarlos en tu memoria y que sirvan así de píldoras de felicidad para el día de mañana, si no de promoverlos y para ello se requiere de tu VOLUNTAD

Ser consciente de que necesitas bajar el ritmo, buscar momentos de descanso, de reunirte con los que más quieres, de buscar instantes también de soledad donde conectar contigo misma (aunque sé que estos momentos los evitas, pero te aseguro que también es lo que más necesitas y si lo pruebas, te engancharán).

Así que te propongo dos ejercicios sencillos y fáciles de aplicar para poner en marcha la máquina de la ATENCIÓN PLENA y crear esos momentos de saboreo. ¿Ready?

– Imagina escenas placenteras. Cierra los ojos y haz tres respiraciones profundas, intentando que con cada inhalación y exhalación relajes cada parte de tu cuerpo. Después de entrar en esa sensación de calma, imagina que tienes en tus manos un pedazo de chocolate (o aquello que más nos guste). Deléitate con su aroma, su textura y su sabor. ¿Qué sensaciones te produce en el cuerpo?

– Realiza actividades placenteras. Baila, lee aquel libro pendiente, tómate un té/café/copa de vino sola o en compañía en aquel lugar mágico y único, fúndete con la naturaleza, escucha, el canto de los pájaros, siente la brisa del mar, juega esa partida pospuesta, cocina, ordena tu espacio, duerme la siesta, escucha tu música preferida, date un baño con espuma y aceites esenciales, hazte las uñas… No todo se paga con dinero, solamente te necesitas a ti para saborear la vida y saborearte.

¿Qué es lo primero que vas hacer cuando acabes de leer el artículo? ?

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